Cartel electoral del canciller Adenauer (1949-1963) en las elecciones de 1957, con el célebre lema "Nada de experimentos". Foto: CDU / ACDP / Wikimedia Commons |
El desastre de la república de
Weimar y la caída en el nazismo tuvieron su plasmación en el propio sistema
electoral. Se mantuvo la esencia de la proporcionalidad pero se instauró un fuerte umbral del 5%, para evitar una excesiva fragmentación del parlamento y la inestabilidad
que esta generaría. Esto ha llevado en la práctica a un Bundestag formado
habitualmente POR dos grandes partidos, la conservadora CDU/CSU y el
socialdemócrata SPD, y de uno a tres partidos satélites, más pequeños, que
sirven de bisagra para obtener la cancillería.
Estos partidos pequeños no se
limitan a conceder o retirar su apoyo al partido gobernante, sino que se vinculan mediante
un compromiso más fuerte, traducido en carteras ministeriales y un programa
común. Es bastante notorio que el partido que más tiempo ha estado presente en
la cancillería alemana no sea ni la conservadora CDU/CSU (44 años), ni el
socialdemócrata SPD (27 años), sino los liberales del FPD (45 años). También
han ocupado cargos de responsabilidad los Verdes, normalmente en coalición con
el SPD: así durante el mandato de Gerhard Schroeder (1997-2005) y en cuatro
länder actualmente.
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Línea temporal de la participación de los diferentes partidos políticos en el gabinete de la Cancillería. Figura: Elaboración propia |
El fantasma de Weimar ha
inculcado asimismo un sentimiento de responsabilidad en los partidos alemanes
para cooperar en periodos de crisis, y que se ha plasmado en la formación de una
Gran Coalición cuando resulta necesario. Dos veces han tenido ya que unir
fuerzas democristianos y socialdemócratas (1966-1969 y 2005-2009) y todo apunta
a que esto ocurrirá de nuevo en el presente mandato. Una colaboración de esta naturaleza
resultaría impensable en otros países.
En definitiva, el modelo alemán
simboliza plenamente los valores de representatividad, colaboración y
responsabilidad dentro de una democracia. Sin embargo, se debe tener en cuenta
que:
- Se adapta a las características muy concretas de su población: la relativa homogeneidad del pueblo alemán -sin tensiones étnicas o territoriales-, y el rechazo a las posturas extremas por traumas compartidos -el nazismo y el comunismo-.
- No es oro todo lo que reluce: ni los lazos finales entre diputados y sus distritos son en la realidad tan fuertes como cabría suponer, ni la proporcionalidad es tan intensa, con un umbral que ha dejado fuera a casi un sexto de los votos válidos este año y dificulta bastante la entrada de partidos nuevos (Mestre-Aizpurua, 2012), como puede ser el caso del euroescéptico AfD.
- A pesar de las dificultades citadas, poco a poco la fragmentación se hace más clara. El sistema de partidos alemán pasó de ser un sistema de “dos partidos y medio” en los sesenta (CDU/CSU y SPD, más FPD) a uno de “dos partidos y dos medios” en los ochenta (con la llegada de los Verdes), y después a uno de “dos partidos y tres medios” en los noventa (con los comunistas; Klingemman y Wessels, 1999). De hecho, en estas elecciones se ha quedado cerca de convertirse en un sistema de “dos partidos y cuatro medios” (con el FPD y la AfD a escasas décimas de superar el umbral). Esto puede obligar en un futuro a formar coaliciones más amplias e inestables.
Por ello, debemos ser muy
cautelosos a la hora de intentar exportar el modelo alemán a otros países. En
un sistema como el español, se
reducirían mucho el pluralismo y la presencia regionalista, dado que un umbral
tan alto sólo permitiría entrar en la cámara a PP y PSOE, y con dificultad a IU, CiU o UpyD
(aunque CiU y PNV accederían seguramente gracias a un presumible éxito
en sus circunscripciones). Tampoco existe en España una tradición de coalición en el gobierno central (sí en otros niveles), al depender más su apoyo de fuerzas regionalistas, poco interesadas en carteras nacionales. Sin embargo, dadas las críticas que la clase
política ha recibido estos últimos años, sí que podría resultar interesante el
establecimiento de circunscripciones uninominales que conectasen mejor a los
ciudadanos con sus instituciones.
El debate queda abierto.
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