jueves, 3 de octubre de 2013

Alemania frente a sus mitos (III): Causas y efectos del sistema electoral en la política alemana

Cartel electoral del canciller Adenauer (1949-1963) en las elecciones de 1957, con el célebre lema "Nada de experimentos". Foto: CDU / ACDP / Wikimedia Commons
El canciller nunca camina solo. Los gobiernos de coalición constituyen la norma en Alemania, donde sólo el mítico Konrad Adenauer contó con mayoría absoluta entre 1957 y 1961 -e incluso entonces el pequeño Partido Alemán (DP) permaneció en el gobierno casi toda la legislatura-. Tampoco han sido populares los gobiernos de un partido en minoría, ni las coaliciones grandes e inestables de más de dos.

El desastre de la república de Weimar y la caída en el nazismo tuvieron su plasmación en el propio sistema electoral. Se mantuvo la esencia de la proporcionalidad pero se instauró un fuerte umbral del 5%, para evitar una excesiva fragmentación del parlamento y la inestabilidad que esta generaría. Esto ha llevado en la práctica a un Bundestag formado habitualmente POR dos grandes partidos, la conservadora CDU/CSU y el socialdemócrata SPD, y de uno a tres partidos satélites, más pequeños, que sirven de bisagra para obtener la cancillería.

Estos partidos pequeños no se limitan a conceder o retirar su apoyo al partido gobernante, sino que se vinculan mediante un compromiso más fuerte, traducido en carteras ministeriales y un programa común. Es bastante notorio que el partido que más tiempo ha estado presente en la cancillería alemana no sea ni la conservadora CDU/CSU (44 años), ni el socialdemócrata SPD (27 años), sino los liberales del FPD (45 años). También han ocupado cargos de responsabilidad los Verdes, normalmente en coalición con el SPD: así durante el mandato de Gerhard Schroeder (1997-2005) y en cuatro länder actualmente.

Línea temporal de la participación de los diferentes partidos políticos en el gabinete de la Cancillería. Figura: Elaboración propia
El fantasma de Weimar ha inculcado asimismo un sentimiento de responsabilidad en los partidos alemanes para cooperar en periodos de crisis, y que se ha plasmado en la formación de una Gran Coalición cuando resulta necesario. Dos veces han tenido ya que unir fuerzas democristianos y socialdemócratas (1966-1969 y 2005-2009) y todo apunta a que esto ocurrirá de nuevo en el presente mandato. Una colaboración de esta naturaleza resultaría impensable en otros países.

En definitiva, el modelo alemán simboliza plenamente los valores de representatividad, colaboración y responsabilidad dentro de una democracia. Sin embargo, se debe tener en cuenta que:
  1. Se adapta a las características muy concretas de su población: la relativa homogeneidad del pueblo alemán -sin tensiones étnicas o territoriales-, y el rechazo a las posturas extremas por traumas compartidos -el nazismo y el comunismo-.
  2. No es oro todo lo que reluce: ni los lazos finales entre diputados y sus distritos son en la realidad tan fuertes como cabría suponer, ni la proporcionalidad es tan intensa, con un umbral que ha dejado fuera a casi un sexto de los votos válidos este año y dificulta bastante la entrada de partidos nuevos (Mestre-Aizpurua, 2012), como puede ser el caso del euroescéptico AfD.
  3. A pesar de las dificultades citadas, poco a poco la fragmentación se hace más clara. El sistema de partidos alemán pasó de ser un sistema de “dos partidos y medio” en los sesenta (CDU/CSU y SPD, más FPD) a uno de “dos partidos y dos medios” en los ochenta (con la llegada de los Verdes), y después a uno de “dos partidos y tres medios” en los noventa (con los comunistas; Klingemman y Wessels, 1999). De hecho, en estas elecciones se ha quedado cerca de convertirse en un sistema de “dos partidos y cuatro medios” (con el FPD y la AfD a escasas décimas de superar el umbral). Esto puede obligar en un futuro a formar coaliciones más amplias e inestables.
En su primer mandato, Angela Merkel se alió con el SPD y nombró vicecanciller a Franz Müntefering (sustituido después por Steinmeier). En el segundo, se unió al FPD y Guido Westerwelle se convirtió en vicencanciller (remplazado luego por Rossler). ¿Quién se arriesgará a convertirse en el nuevo compañero de viaje de Angela Merkel en esta tercera legislatura? Fotos: Armin Linnartz & Michael Weiss & Fabricio Lange / Wikimedia Commons
Por ello, debemos ser muy cautelosos a la hora de intentar exportar el modelo alemán a otros países. En un sistema como el español, se reducirían mucho el pluralismo y la presencia regionalista, dado que un umbral tan alto sólo permitiría entrar en la cámara a PP y PSOE, y con dificultad a IU, CiU o UpyD (aunque CiU y PNV accederían seguramente gracias a un presumible éxito en sus circunscripciones). Tampoco existe en España una tradición de coalición en el gobierno central (sí en otros niveles), al depender más su apoyo de fuerzas regionalistas, poco interesadas en carteras nacionales. Sin embargo, dadas las críticas que la clase política ha recibido estos últimos años, sí que podría resultar interesante el establecimiento de circunscripciones uninominales que conectasen mejor a los ciudadanos con sus instituciones.

El debate queda abierto.



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