miércoles, 2 de octubre de 2013

Alemania frente a sus mitos (II): El sistema electoral del Bundestag



Papeleta para las elecciones federales de 2013 en Hamburg-Mitte. Foto: towade / Foter / CC BY-NC-SA

Klaus es un joven ecologista, residente en Hamburgo, que acude por primera vez a votar. Tras coger su papeleta, nuestro protagonista observa con perplejidad la existencia de dos columnas. Klaus no se ha bebido aún ninguna Astra, por lo que rechaza la ingesta de alcohol como causa de su visión doble. Al rato descubre que debe votar dos veces: en la primera columna, debe elegir un diputado que lo represente en su distrito;  en la segunda, un partido que lo represente a nivel nacional. La papeleta es la que aparece arriba fotografiada y su contenido básico se transcribe a continuación:

 
De los 598 diputados alemanes que salen de las urnas, la mitad saldrán elegidos en circunscripciones uninominales; es decir, que el país se divide en 299 distritos y quien gane en cada uno de ellos, se convertirá automáticamente en diputado. La circunscripción de Klaus es Hamburg-Mitte y lo normal sería que alguien que votase al candidato Johannes Kahrs, lo hiciera también por su partido, el SPD. Sin embargo, no siempre es así y, de hecho, un 39,2% votarán a Kahrs, mientras que sólo un 33,6% darán su apoyo a los socialdemócratas. ¿Por qué?

El sistema electoral alemán podrá ser muy complejo pero su esencia es la proporcionalidad: si un partido logra  un 10% de los votos de toda Alemania, generalmente obtendrá al menos un 10% de los escaños. Para un partido mediano puede ser más asequible alcanzar un 10% de votos a nivel nacional que obtener la victoria en un distrito determinado, donde sólo se reparte un puesto y tiene que competir con los dos grandes partidos. Por ello, nuestro amigo Klaus, en ejercicio de un voto útil, prefiere votar al candidato del partido grande más afín ideológicamente (Johannes Kahrs, del SPD), y después reservar su opción favorita a su segundo voto (Verdes).

Hamburgo, la ciudad de Klaus. Foto: Hochgeladen / Wikimedia Commons
Klaus vuelve a casa al anochecer, y se sienta delante de la tele para seguir los resultados electorales, esta vez sí, con una botella de Astra en la mano. Como estaba previsto, los dos grandes partidos han copado 294 de los 299 escaños por circunscripción uninominal. Sin embargo, aún quedarían otros 299 asientos por repartir y aquí entra en juego ese segundo voto a partidos, que es el que decide realmente la composición por partidos del Bundestag.

Por simplificar, se puede decir que esos escaños restantes sirven para compensar los resultados en los distritos uninominales. Si los verdes han obtenido un 8,4% de los votos de toda Alemania, le corresponderían, por esta regla, un 8,4% de los escaños (unos 53). Como por distritos, los verdes sólo han logrado un asiento, ocuparían por tanto unos 52 de los 331 escaños que quedan por repartir. En cambio, los conservadores, que ya han obtenido 235 escaños uninominales, necesitarían muchos menos para completar el 41,5% de la cámara.

Aunque ésta sea la esencia, la realidad es un poco más compleja. Primero, porque el cálculo implica circunscripciones regionales (con un número variable de diputados según la participación efectiva en cada una de ellas), fórmulas matemáticas (Sainte-Laguë desde 2005) y mandatos suplementarios (menos relevantes gracias a la última reforma electoral de 2011; ésta ha permitido en 2013 elevar a 630 el número final de escaños), que acaban favoreciendo ligeramente a los partidos más grandes.

La mayoría absoluta del Bundestag se encuentra en 316 de 630 escaños. Los votos son los obtenidos en segundo lugar por partidos. Figura: Elaboración propia.
Y segundo y más importante, porque sólo los partidos que hayan obtenido, al menos, un 5% de los votos o tres circunscripciones, pueden estar presentes  en la cámara. Este umbral ha dejado sin representación a un 15,7% de los votantes en estas últimas elecciones (entre ellos, los liberales del FPD y los euroescépticos de AfD), vacío que han ocupado el resto de fuerzas políticas, con el correspondiente incremento de escaños. Este umbral tan elevado busca reducir la fragmentación del Bundestag y aumentar la estabilidad, pero a su vez disminuye la proporcionalidad.

En definitiva, el segundo voto es el que elige realmente el peso de cada partido en el Bundestag, mientras que el primero sólo designa el nombre de algunos de los que ocuparán ese número de escaños. ¿Para qué entonces montar un sistema tan complicado? El objetivo es que todo alemán, incluido Klaus, se sienta representado, ya no sólo por un parlamento nacional que puede parecer lejano y abstracto, sino por un individuo concreto de su ciudad, al que puede acudir o exigir cuentas de modo mucho más directo. Así, los lazos entre ciudadanos e instituciones se vuelven más personales y nítidos.

Johannes Kahrs, representante de Klaus por Hamburg-Mitte. Foto: Cosmicgirl / Wikimedia Commons
Mañana analizaremos los efectos que este sistema electoral ha generado en la política alemana. 





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