Exposición de carteles electorales de los años 70 en España. Fuente: Wikimedia Commons |
Los sistemas electorales, bajo el velo de
los cálculos matemáticos, parecen constituir una plasmación objetiva de los
resultados de unas elecciones sobre la composición de las instituciones democráticas.
Sin embargo, la forma de diseñar cómo los votos se transforman en cámaras
legislativas y gobiernos ejecutivos es cualquier cosa menos objetiva. Dependiendo
de variables como el umbral, la circunscripción y la fórmula electoral, un
mismo porcentaje de votos puede llevar a
un partido a gobernar en solitario o en coalición; a estar presente
en el congreso o a languidecer fuera del legislativo.
¿Qué propósitos mueven a una élite política a la hora de diseñar esas variables? Los dos objetivos prioritarios de un sistema electoral son:
- Constituir un espejo de la sociedad, en busca de la representación más fidedigna de las diferentes opciones políticas que apoyan sus ciudadanos.
- Procurar la gobernabilidad y la estabilidad de un país, para la aprobación de políticas eficientes que respondan a las necesidades de la población.
Pensemos en Reino Unido, con un sistema mayoritario puro y presuntamente menos representativo. Los británicos, lejos de oponerse a él, rechazaron en mayo de 2011 por más de dos tercios una reforma del sistema electoral que podía dar mayor presencia a partidos medianos y ofrecer más respaldo en votos a las opciones finalmente ganadoras. Por otro lado, en septiembre de 2013, el gobierno conservador perdió una votación en la cámara de los comunes a favor de intervenir en el conflicto sirio: esto se debió a la rebelión de decenas de diputados en sus propias líneas, algo que resultaría impensable en sistemas presuntamente proporcionales como España, donde se fomenta una pluralidad de partidos, pero no tanto disensiones dentro de los mismos.
El primer ministro David Cameron defiende la intervención en Siria ante el Parlamento británico. Vídeo: Youtube / Channel 4 News |
En el otro extremo, Bélgica ha sufrido periodos largos de
desgobierno (el último de 541 días, entre junio de 2010 y diciembre de 2011),
por lo que podría parecer que necesite modificar su sistema proporcional puro a
favor de uno que potencie más la creación de mayorías. Sin embargo, eso despertaría
los recelos de la población al quebrar el complejo juego de equilibrios entre
valones y flamencos.
Elio di Rupo es elegido Primer Ministro de Bélgica tras casi año y medio de crisis. Foto: Wikimedia Commons |
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