jueves, 26 de septiembre de 2013

Los sistemas electorales: la falsa objetividad de los números

Exposición de carteles electorales de los años 70 en España. Fuente: Wikimedia Commons

Los sistemas electorales, bajo el velo de los cálculos matemáticos, parecen constituir una plasmación objetiva de los resultados de unas elecciones sobre la composición de las instituciones democráticas. Sin embargo, la forma de diseñar cómo los votos se transforman en cámaras legislativas y gobiernos ejecutivos es cualquier cosa menos objetiva. Dependiendo de variables como el umbral, la circunscripción y la fórmula electoral, un mismo porcentaje de votos puede llevar  a un partido a gobernar en solitario o en coalición; a estar presente en el congreso o a languidecer fuera del legislativo.

¿Qué propósitos mueven a una élite política a la hora de diseñar esas variables? Los dos objetivos prioritarios de un sistema electoral son:
  1. Constituir un espejo de la sociedad, en busca de la representación más fidedigna de las diferentes opciones políticas que apoyan sus ciudadanos.
  2. Procurar la gobernabilidad y la estabilidad de un país, para la aprobación de políticas eficientes que respondan a las necesidades de la población.
Es difícil que un sistema logre cumplir ambos propósitos con la misma intensidad y casi siempre prevalece uno sobre el otro: la representatividad, en los sistemas proporcionales, y la estabilidad, en los sistemas mayoritarios. Lo que sí que debe quedar claro es que un sistema electoral no es bueno, ni malo por sí mismo. Sólo cabe valorar si es suficientemente eficaz para el país en cuestión.

Pensemos en Reino Unido, con un sistema mayoritario puro y presuntamente menos representativo. Los británicos, lejos de oponerse a él, rechazaron en mayo de 2011 por más de dos tercios una reforma del sistema electoral que podía dar mayor presencia a partidos medianos y ofrecer más respaldo en votos a las opciones finalmente ganadoras. Por otro lado,  en septiembre de 2013, el gobierno conservador perdió una votación en la cámara de los comunes a favor de intervenir en el conflicto sirio: esto se debió a la rebelión de decenas de diputados en sus propias líneas, algo que resultaría impensable en sistemas presuntamente proporcionales como España, donde se fomenta una pluralidad de partidos, pero no tanto disensiones dentro de los mismos.

El primer ministro David Cameron defiende la intervención en Siria ante el Parlamento británico. Vídeo: Youtube / Channel 4 News
En el otro extremo, Bélgica ha sufrido periodos largos de desgobierno (el último de 541 días, entre junio de 2010 y diciembre de 2011), por lo que podría parecer que necesite modificar su sistema proporcional puro a favor de uno que potencie más la creación de mayorías. Sin embargo, eso despertaría los recelos de la población al quebrar el complejo juego de equilibrios entre valones y flamencos.

Elio di Rupo es elegido Primer Ministro de Bélgica tras casi año y medio de crisis. Foto: Wikimedia Commons
Con la excusa de las noticias que surjan y los procesos electorales que se vayan celebrando por todo el mundo, este blog pretende ser una ventana para que, cada semana, analicemos un país y su sistema electoral. Desde esta perspectiva, seremos capaces de entender mejor las democracias de todo el mundo, y podremos participar con argumentos más contundentes en el debate sobre la idoneidad de nuestro propio sistema político.


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